Cuanto tiempo he andado...
Cuanto tiempo he andado taconeando por ahí se puede ver en mis talones. Tampoco se puede sacar la telaraña de mi frente con un dedo. Mas, lo que es grato en el ruidoso kikirikí es que suena igual que ayer. Pero un pensamiento negro tampoco puede ser mantenido en su lugar, como el mechón de cabellos que cae oblicuamente de mi frente. Y ahora no puedo soñar con nada, para existir menos, para venir y pasar menos a menudo, para no obstruir el tiempo. La parte pobre de la ciudad a través de la ventana ofende mi vista, para que a su vez, memorice al inquilino por su cara y no por la manera que piensa, el lado opuesto. Y dando vueltas en el cuarto como un shamán enrollo como una madeja de lana en mí mismo su vacío, para que mi corazón pueda saber algo de lo que Dios sabe.
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