viernes, junio 08, 2007


SoLopio


Había un sueño pintado con flores varias, campos de trigos, árboles, mundos varios. Un vergel que siempre has soñado.
(Algunas cosas pasan de moda, las ideas que hay entre tú y yo las ocultamos a los ojos llanos raspando a veces el piso. Tus pasos y mis pasos tratan de tapar estos moribundos juegos, cómplices en el silencio.

La moda, el mercado, la dinastía social nos arranca de raíz ese carbón que tilda la llama que no sé cómo ni cuándo abrimos el tubo de escape para que se encendiera; es por es que te doy esto: mis sueños.)

Allí en las noches de luna hay fuegos aumentando su estado y otras pocas llamas de cosas que nosotros los reales no solemos entender…

Contaba la luna que una noche cualquiera, quizás no tanto, las luciérnagas crepitaron en el rosado crepúsculo…las garzas se distanciaban por las noches y las cuncunas arropaban a sus capullos.

Caminábamos bajo la luna…con miel en nuestras manos turbadas por tu realidad. Las estrellas jugaban a las escondidas con un cometa que aclaraba el silencio.
No sé de que sitio venias, ni al que yo iba. No sabia cómo estabas tú ahí.

La noche había mutilado por completo el día, la eterna discusión se perdía en la llamarada…todo el silencio sabia a ti…aprendí a escucharte. Hay momentos que pensé en dejarte ir lejos, que ya era suficiente el discurso con café y tabaco que constantemente era la constante de hacerte flotar.

Solo el tiempo tenía un propósito, partirnos el hielo: hablarnos en un lenguaje distinto, acabado, pulido, pasajero, turbador; en un acto puro, sublime, penetrante.

El plano de la distancia mostraba en el horizonte, donde nos tocaba un canción perfecta, transitoria, pero perfecta. Qué maravilla es aquello, tenerte aunque no estas, sentirte en aquel silencio.

Mas una nube bajó con una estrella en su cabeza prendida. Mostrando lo suntuoso de lo que eres al abrir tus ojos, tu voz adivina, tus manos encendidas, el sol en tu espalda ahogando allí mis sentidos.

Divago en el abrazo que con pasajero boleto me das, cuando me nublas la cabeza con una de tus niñerías o las que mueves con tus incógnitas sienes.

El fuego encendí, mis manos temblaban, mi mente prendía. Voy a armar una campana para que sea un respiro de olor a tu ventana.

Me he vestido de mago, mi barba cae rasa por mi cuello; y el humo entra ausente e inexorablemente en todo mi cuerpo. Elevo, exulto al recodo íntimo de las pocas flores despiertas, las estrellas tiritando, los árboles respirando con agitación: cómplices.

Vienes tú como un ciervo distraído, moribundo, pequeño…cerca de las peñas te acurrucas, los vientos nocturnos… y nada es todo. Y no entiendo tus ojos.

Te trasluces, ahí estas con la luna en la cara ahogando el alivio…

Te acercas y hueles como ciervo, buscando el calor del fuego; no hay más luna. Tu en pies durmiendo, tranquilizándote y yo intento pensar que solo en el horizonte, que ya aparece, podré olvidar que todo es un sueño…